La sociedad, y su consecuente, cotidianeidad, sólo ha servido para acorralar a los espíritus libres, a los individuos, a aquellos que no encajan en las masas. Algunos, sin embargo, logran adaptarse, cambiar. Algunos más se asimilan y se pierden, y otros más se rebajan y se venden.
¿Cuántos artistas y pensadores hemos perdido, cuyas obras jamás conoceremos por culpa de la sociedad, sus reglas y su burocracia? ¿Acaso unas épocas son más duras que otras? Por qué entonces tenemos grandes hombres del pasado, y hoy día no tenemos más que una lista tan reducida de individuos “sobresalientes”, cuya mayor aportación ha sido redundar en las ideas de los grandes pensadores? -los hombres de ciencia no cuentan-
Hoy día lo que se nos ofrece es ser autómatas, engranes en esta enorme maquina de producción donde si un engrane falla rápidamente es sustituido. O bien, podemos ser el “súper hombre” del que habla Nietzsche, pero terminar abatidos como los personajes de Sartre, Camus o Hesse.
¡Escojo lo segundo!
Quiero ser yo quien decida qué ver y qué escuchar, y no “entretenerme” con lo que la sociedad impone. Decidir cuándo estar triste o feliz. Cuando amar y cuando demostrar ése amor. Incluso, decidir cuándo morir…
Sin embargo, humano soy, y a pesar de pensar y sentir diferente, mi condición humana me obliga a ser “social” tengo que estar cerca de un rebaño.
¡¿Pero cómo?!
Si soy un lobo estepario.
¿Cuántos artistas y pensadores hemos perdido, cuyas obras jamás conoceremos por culpa de la sociedad, sus reglas y su burocracia? ¿Acaso unas épocas son más duras que otras? Por qué entonces tenemos grandes hombres del pasado, y hoy día no tenemos más que una lista tan reducida de individuos “sobresalientes”, cuya mayor aportación ha sido redundar en las ideas de los grandes pensadores? -los hombres de ciencia no cuentan-
Hoy día lo que se nos ofrece es ser autómatas, engranes en esta enorme maquina de producción donde si un engrane falla rápidamente es sustituido. O bien, podemos ser el “súper hombre” del que habla Nietzsche, pero terminar abatidos como los personajes de Sartre, Camus o Hesse.
¡Escojo lo segundo!
Quiero ser yo quien decida qué ver y qué escuchar, y no “entretenerme” con lo que la sociedad impone. Decidir cuándo estar triste o feliz. Cuando amar y cuando demostrar ése amor. Incluso, decidir cuándo morir…
Sin embargo, humano soy, y a pesar de pensar y sentir diferente, mi condición humana me obliga a ser “social” tengo que estar cerca de un rebaño.
¡¿Pero cómo?!
Si soy un lobo estepario.
Comentarios
Publicar un comentario