A ella...

Su faz es blanca y esté envuelta en un traje vino,
sus adornos son en plata y bronce.
Puede ser en ocasiones casi brutal,
un estruendo que atraviesa mi cabeza
y sacude lo más profundo de mí pensar
con una fuerza semi-mortal...
Mas también es sutil, casi imperceptible,
pero siempre mantiene su firmeza.
Yo la acaricio con esa madera que es una
extensión de mis manos,
y en ello soy suave y delicado.
Sin embargo la he acometido con fuerza y coraje,
como si la odiase y buscara destruirla.
Golpeo su blanca faz como si ello alejara mis temores.
Y lo logro, no permanentemente pero resulta un gran bálsamo.
Sí, la amo tanto como la odio...
No podría vivir sin ella, aunque es incomodo dormir con ella.

*Si adivinas de quién hablo, tendrás un premio.

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